Cada vez que me toca estar en el aeropuerto de Guadalajara, CDMX, Tijuana o de cualquier otra ciudad de México, me divierto contando, así es contando, por ejemplo:
De cada 10 personas que cargan una bolsa que contiene una caja de donas de Krispy Kreme, 8 tienen algún grado de sobrepeso. El mismo ejercicio he hecho con Marisa y sus galletas, sólo que en este caso 7 de 10 personas que llevan alguna caja las delicias de mi tocaya, presentan algún grado de sobrepeso. ¿Querrá decir que los productos de mi tocaya no son tan “engordadores” como los de Krispy Kreme? Lo dudo, pero habrá que contratar los servicios de Inteligencia de Riedel para responder a tan importante pregunta que, pensándolo bien, si lo extrapolamos al tema de la obesidad y sus consecuencias en la salud de nuestra población, pues ya se pone serio el asunto.
Lo que sí puedo concluir sin hacer un estudio de mercado, es que las etiquetas de Exceso de Calorías y Exceso de Azúcar, nos vienen valiendo (beeeeeep).
Bueno de regreso al tema, a través de mi juego de contar durante mis inevitables estancias en los caóticos aeropuertos de nuestro país, he descubierto usos y costumbres que me parecen interesantes y que son exclusivas de mis hermanos mexicanos.
¿Han observado que en los aeropuertos, bebés y niños pequeños llegan envueltos o literal, arrastrando la cobija? Así es, sin importar si hace frío o calor, si el Aire Acondicionado jala o no, el caso es que, si observas bien, verás cobijas por todos lados, de esas cobijas suavecitas y aterciopeladas con imágenes de unicornios, súper héroes, princesas, animalitos, figuras abstractas y escudos de equipos deportivos.
5 de cada 10 niños viajeros las portan, junto con el montón de maletas, mochilas y bultos con los que cargan sus padres y parientes, quienes se reparten los kilos para evitar pagar el costo abusivo del exceso de equipaje que cobran las aerolíneas.
Quiero imaginar a estas cobijas como una extensión del amor y cuidados, a veces exagerados, de una mamá hacia sus hijos. Aunque, siendo sinceros, en la histeria colectiva y contagiosa que se vive en los aeropuertos, ese amor y cuidados maternos, no salva a los pequeños de regaños y zapes que reciben en caso de no comportarse a la altura de las circunstancias.
Cuando veo esas cobijas que, si las hilvanamos bien podrían alfombrar grandes superficies del piso de los aeropuertos, no puedo evitar pensar en la marca San Marcos, ¡vaya posicionamiento sólido! Casi puedo asegurar que, si tienes 30 o más años, la conoces.
Es más, te apuesto a que en automático visualizaste una enorme cobija, en tonos café y beige, con la imagen de algún felino tamaño real. Seguro en algún momento de tu vida te cubriste con una de éstas cobijotas, ¡Ah qué sensación tan rica! Sensación que traspasaba la piel y nos hacía sentir alivio y protección, ¿a poco no?
Las cobijas San Marcos ya no se fabrican, ahora sólo hay cobijas “tipo” San Marcos, así que, si tienes una, corre a revisar si ésta porta la etiqueta con la imagen del ingreso al jardín de San Marcos en Aguascalientes, si sí, ¡Consérvala! Quizá en algunos años puedas subastarla en algún evento de Sotheby o Christie y sacarle una lana.
La historia de Grupo Textil San Marcos y su fundador es de esas que deberían pregonarse a los cuatro vientos y servir como ejemplo e inspiración para emprendedores y empresarios, hombres y mujeres, chicos y grandes. Su fundador, Don Jesús Rivera Franco, de Teocaltiche, Jalisco, nació en una familia de pequeños industriales dedicados a la fabricación de sombreros. En la época de la Cristiada, la familia decide trasladarse a Aguascalientes por ahí de 1920s, encontrando la tan anhelada seguridad, más no prosperidad, por lo que a los pocos años regresan a su terruño. A los 15 años de edad, el joven Jesús, que en su ADN figuraba el gen del emprendimiento, regresa a Aguascalientes y se emplea en una fábrica de sarapes, así nació su interés por lo textiles y la confección. Y lo que empezó en un pequeño taller, se convirtió en un grupo industrial con más de 10 plantas y 4,000 colaboradores.
No en balde, Don Jesús es una figura reconocida y reverenciada por los acuicalitenses, si Ayn Rand hubiera sabido de él, seguramente la historia de este gran visionario la habría inspirado para crear algún personaje a la altura de Henry Reardon, el exitoso industrial del acero de su libro Atlas Shrugged (La Rebelión de Atlas, USA, New American Library,1957).
Pero cuando de negocios de tinte industrial se trata, nadie como los regios: en 1990 Cydsa le compra el “bizne” a Don Jesús quien, con el mismo entusiasmo de sus años mozos, emprende una aventura inmobiliaria convirtiéndose en pionero desarrollador de conocidos fraccionamientos de la ciudad que lo vio prosperar: Fraccionamiento del Valle, Fraccionamiento Modelo, El Fraccionamiento Bosques del Prado y Bosques del Prado Oriente, Fraccionamiento Residencial del Rio San Pedro.
Como buen visionario, desarrollo también un edificio de uso mixto con comercios y oficinas al norte de la ciudad llamado Torreplaza Bosques. Entre los últimos proyectos inmobiliarios de este pro-hombre, estuvo el Centro de Abastos Viñedos San Marcos.
Al día de hoy, Aguascalientes ocupa la posición 27 a nivel nacional en el ranking de los estados con mayor crecimiento en la demanda de propiedades residenciales, comerciales, industriales, oficinas y terrenos en venta y renta, con un incremento del 14% en su demanda inmobiliaria versus 1Q del 2020, según reporta Lamudi.
Me gusta conocer las historias de hombres y mujeres que se anticiparon al futuro y le apostaron sangre, sudor, lágrimas y lana al desarrollo de una ciudad, y que ahora son los hombros sobre los cuales otros nos apoyamos para aportar nuestro trabajo, talento, recursos e impuestos, ¡con todo y la 4T!
Regresando a mi divertida costumbre de contar personas y cosas en los aeropuertos, les ofrezco una disculpa por no ofrecerles una imagen de algún niño envuelto como tamal en su cobija tipo San Marcos; la verdad no quise arriesgarme a que la policía me arrestara por andar fotografiando furtivamente a estos infantes viajeros. En su lugar, les dejo a Homero Simpson en los brazos de Morfeo, bien tapadito con una cobija original San Marcos.